Hace un día espléndido y las vistas desde el bufet son increíbles. Se ve el puerto de la ciudad y en una loma una fortificación amurallada. El acceso a la ciudad se hace en autobús ya que el paseo es de más de 45′ andando y hace “caloret”; así aprovechamos mejor el tiempo.
Lo primero que nos encontramos es que tenemos que negociar el precio del taxi, cosa que no nos cuesta mucho, jeje. Será porque los griegos y los españoles estamos acostumbrados a los ajustes financieros! Total que le preguntamos al taxista en un perfecto espanglish y nos contesta en un maravilloso greekish, así que no nos enteramos de nada. Solo que el trayecto eran 10€, eso sí se le entendió.
La ciudad parece un poco descuidada sin embargo tiene un encanto especial. Desde el barco divisamos la fortificación y decidimos subir para tener mejores vistas. Y efectivamente, a medida que subíamos la ladera del pequeño monte, se dejaba ver el entorno de islas plagadas de pinos y roca. Olía a Mar Mediterráneo por todos lados.
Compramos alguna chucherías griegas de sésamo y miel y nos dispusimos a bajar a la ciudad. Esta noche es especial. A las 00:01h es el cumpleaños de Kiko y le hemos reservado algunas sorpresas. Además es la fiesta de los años 70 y tenemos que localizar algo de ropa para el disfraz.
Entramos en la tienda de una señora con más años que el Sol. Muy simpática y con un inglés que ya quisieran muchos. Intentamos regatear con elle, pero era más dura que una roca y finalmente desistimos, groñaquegroña! Fuimos a otra tienda menos hostil y allí localizamos todo lo que necesitábamos para que la fiesta fuera perfecta.
A mediodía nos entró ya hambre y decidimos hacer fonda en un pequeño y agradable restaurante. Nos sentamos y de repente aparece un dios griego, jaja. No he visto en mi vida un hombre con las espaldas, brazos y manos tan grandes. Muy amable nos recomienda la musaka y la ensalada griega. Os puedo asegurar que la comida era incluso mejor que a del propio restaurante de lujo del barco. Increíble. Perfecta.
Una vez satisfechos ultimamos las últimas compras: una gafas de sol setenteras y unas margaritas para el pelo, jaja. Terminamos y nos dirigimos al “Esplendor” para descansar un rato de tanto turismo. Después de la siesta y estar bien descansados era momento ya de prepararse para la fiesta.
Ya solo el rato que estuvimos riendo y haciendo bromas con los disfraces mereció la pena. Un cuadro, vamos. Así pertrechados nos fuimos todos al restaurante. En un despiste, aproveché para dejar encima de la cama el regalo de Kiko, que llevaba escondiendo todo el viaje. Seguro que le gusta luego verlo.
Allí en el restaurante todo perfecto. De nuevo tuvimos la suerte de contar con Herberth. Estuvo muy atento toda la velada para ayudarnos en lo que necesitáramos. Hablé con él y lo dejamos todo organizado. La comida espectacular, con unos platos de lujo. Al llegar los postres, Herberth vino con una tarta de frutas y unas velas, y todos los camareros y todos los comensales se pusieron a cantar el cumpleaños feliz. Fue genial. Brindamos todos y nos fuimos a la fiesta!
Ver todo el crucero disfrazado es un espectáculo y ver como el personal del propio crucero bailaba al ritmo de los Village People una risa tremenda. Bailamos todos en los pasillos, en las escaleras, y hasta en el ascensor, jajaja. Acabamos los de siempre en la discoteca del piso 11, dándolo todo.
Una noche perfecta con la gente perfecta.
Mañana toca todo el día de travesía, veremos qué nos depara el viaje. De momento, estamos encantados.
Estoy con ganas y quiero más información
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